Pilares de la cartografía pombalina

Símbolos de la arquitectura agrícola del Duero, los marcos pombalinos resisten como guardianes silenciosos de las zonas donde se producían los mejores néctares. Las piezas de Anabela Teixeira son miniaturas de esos iconos de la región demarcada más antigua del mundo.

Si “para dibujar los paisajes del Duero la Naturaleza empleó un papel semejante al de Miguel Ángel: fue robusta, solemne y profunda” (Alexandre Herculano), los marcos que mandó colocar el Marqués de Pombal no se quedaron atrás.

Fabricados en piedra de cantería labrada, presentan un formato rectangular y remate liso, con la cara principal epigrafiada y situada hacia el camino. En ella aparecía la inscripción Feitoria, el número del marco y el año en que se colocó.

En 1758, bajo la jurisdicción de la Compañía General de la Agricultura de las Viñas del Alto Duero, se colocaron 201 marcos de feitoria y, en 1761, se procedió a la colocación de 134 más.

Numerados del 1 al 335, los marcos se encontraban dispersos por doce municipios del Duero y, en octubre de 1946, recibieron la clasificación de bienes de interés público.

Estos monolitos graníticos tenían, aproximadamente, dos metros de altura (parte de los cuales quedaban enterrados), cerca de 30 cm de anchura y 20 cm de grosor. Anabela, de 43 años, los recrea con dimensiones que no pasan de los 22,5 cm de altura por 7 cm de anchura y 5 cm de grosor.

La idea de reproducir los marcos en miniatura surgió en 2003, durante un trabajo escolar. «Una amiga tenía una finca donde se descubrió un marco pombalino empotrado en la casa y se empezó a estudiar la idea», menciona. Se trataba del marco pombalino número uno de la margen sur, que estuvo 149 años enterrado en una casa de la Quinta de São Gonçalo da Ribeira, en Barrô (Resende).

En 2007, una investigación del Museo del Duero concluyó que de los 335 marcos pombalinos colocados en el Duero, sólo 105 estaban registrados. Muchos habían resultado destruidos y otros acabaron enterrados, incrustados en muros o derrumbados y ocultos entre terrenos agrestes. Algunos acabaron por servir de parterres, de traviesas de toneles, de umbrales y dinteles de puertas, y de ventanas o de soportes de pontones.

Además de la delimitación del territorio, la demarcación incluyó la elaboración de un catastro y la clasificación de las parcelas en función de la calidad.


Método de recreación

Anabela hace la réplica del marco pombalino «poco a poco», de modo que, entre pulir las aristas, grabar las letras, colocar el papel de terciopelo para proteger la base y la fabricación de las cajas de cartón para el objeto, emplea, como mínimo, de dos a tres días.

Después de comprar las piedras de granito en función del tamaño deseado, la artesana se enfrenta a la necesidad de pulir y limar, con brocas específicas, la base y las aristas más salientes y rugosas.

En la siguiente fase, Anabela hace las marcas con lápiz y, con la ayuda de un punzón bien afilado y un martillo, va grabando la piedra «hasta lograr la profundidad necesaria para que las letras y los números queden bien marcados». Durante todo el proceso, es fundamental tener cuidado para no astillar ni partir la piedra.

Con los caracteres (“Nº1 Feitoria” o “Feitoria 1758”) grabados, se pintan las concavidades rasgadas en la piedra con un lápiz negro, dándole un aspecto más rústico o, como alternativa, se usa tinta china. Por último, se aplica un papel aterciopelado autoadhesivo sobre la base para que el marco no raye las superficies sobre las que se coloque.


Emblema turístico

Los compradores de los marcos de Anabela son turistas y «gente de la tierra», que los califican como «muy interesantes». «Normalmente, ni saben lo que son. Por eso hice un texto para acompañar las piezas», añade.

En el documento se destaca que los marcos pombalinos definían una línea imaginaria que trazaba los límites de la región autorizada para producir los vinos de Feitoria.

La réplica de los marcos puede usarse como pieza decorativa, como pisapapeles o sujetalibros (objeto que sujeta el libro en el estante, evitando que se caiga o se deforme). Un marco de 22,5 cm x 7 cm tiene un coste de 26 euros.

Texto: Patrícia Posse | Daniel Faiões