Máscaras reinas del Carnaval de Lazarim

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Máscaras reinas del Carnaval de Lazarim

Su contemplación impresiona por su originalidad, por la atención por los detalles y por la maestría que esconden. Esculpidas en madera de aliso y con su color original, las máscaras de Lazarim son el principal atractivo del Carnaval en la​...

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Presentación 

Su contemplación impresiona por su originalidad, por la atención por los detalles y por la maestría que esconden. Esculpidas en madera de aliso y con su color original, las máscaras de Lazarim son el principal atractivo del Carnaval en la ciudad de Lamego.

Adão Almeida, 49 años, es uno de los artesanos que, año tras año, hace máscaras para que los caretos puedan «disfrutar del Carnaval». Cuando un amigo apareció con una máscara de madera que le había prestado su tío, comprendió que se dedicaría a este arte.

«Estaba pintada de rojo y comenzamos a mirar aquello como una máscara nueva, porque mis amigos y yo salíamos con encajes, pieles de conejo o una vejiga de cerdo metida en la cabeza», cuenta.

Esa misma noche, le pidió a su padre una azuela, cogió un formón y «se puso a hacer una máscara». El año siguiente, con sólo 17 años, ganó una botella de anís como premio a la mejor máscara, una distinción concedida por la junta parroquial.


Preferencia por la tradición

De los gestos cultivados durante una vida se desprende la sabiduría de labrar la madera. «Comencé a dedicarme a esto y empezó a gustarme cada vez más y más. Siempre inventando cosas nuevas, pero nunca dejo de hacer el Diablo y la señorita». Estas máscaras son obligatorias, ya que antiguamente «no podían faltar en las calles».

Hoy, junto con las máscaras que representan animales, reyes y reinas, también se ven figuras públicas caricaturizadas. No obstante, Adão está orgulloso de conservar la identidad del Carnaval de Lazarim.

«Hago trabajos de imitación, pero no para el Carnaval. Nuestros antepasados hacían un campesino, un bicho, un burro, un cerdo, pero no caricaturas políticas», subraya.

Las expresiones ceñudas o demoníacas se acentúan con orejas puntiagudas, cuernos afilados, pequeñas perillas, culebras o lagartos. «Lo más característico son los cuernos asociados al Diablo, la nariz grande, unos ojos rasgados, el mentón muy grande y puntiagudo. La señorita tiene pendientes y una peluca».


Inspiraciones creativas

Para conseguir la materia prima, Adão tiene que cortar la madera en los meses de septiembre y octubre. Hay que «ir con los troncos a la espalda subiendo peñascos» y empieza a resultar difícil encontrar aliso.

De regreso a casa, corta los troncos por la mitad para «que den para dos máscaras». Ya sobre la mesa, Adão utiliza formones de varios tamaños, gubias, azuela, navaja, cúter y sus ideas.

«Nunca hago dibujos. Me lo imagino en mi cabeza y hago el primer corte para la nariz y para los ojos. Después, voy inventando según mis ideas y perfeccionando cada vez más», dice categórico.

El trabajo minucioso y persistente en la madera ya forma parte de su rutina: “generalmente el sábado es mi entretenimiento y al final del día, cuando llego del trabajo».

Una vez tallados los elementos de la máscara, Adão usa una lija para dejarla lisa, pero antiguamente la pulía con vidrio. Por detrás, la máscara lleva un cordel para sujetarla a la cara del careto y la firma del artesano.

La pieza más sencilla le lleva cinco días, pero ha tenido trabajos que le ocuparon casi un mes. El peso mínimo de cada máscara es de tres a cuatro kilos.


De la prohibición a la farra

Antes del 25 de abril, el Carnaval «estaba parado» por ser una festividad pagana. «El padre, el regidor y compañía no dejaban. Si un careto salía a la calle, había problemas. Venía la guardia o el regidor y lo arrestaban. Se pagaban grandes multas, pero el pueblo siempre quiso celebrar el Carnaval».
 
La fiesta del Carnaval sería algo así como una liberación de las reglas de una sociedad dominada por la orientación austera de la Iglesia. La máscara ayudaba a ocultar la identidad, legitimando los comportamientos excesivos de los juerguistas.

Vetadas a mujeres y niños, las celebraciones tenían tintes violentos. «Cualquier vejete se hacía una careta para jugar a dar golpes. Se enmascaraban para vengarse de con un amigo. Ahora, es un Carnaval más alegre y divertido».

Entre los recuerdos de su infancia, Adão todavía guarda un incidente rocambolesco, en el que, durante «un gran alboroto, la policía arrestó a los caretos y, después, el pueblo golpeó a la policía».


Trabajo en diáspora

Durante el Carnaval, Adão llega a tener de 12 a 18 máscaras hechas, aunque, este año no superó las nueve. Dependiendo del trabajo que exijan, cada ejemplar puede costar entre 240 y 350 euros. Las miniaturas acaban, naturalmente, por ser «más comerciales».

Portugueses, españoles, franceses e italianos compran estas máscaras y el 70% de las ventas se produce después del carnaval. «Mis máscaras están en museos de Bruselas, Japón, Macao, Francia e Italia», comenta.

Texto: Patrícia Posse | Daniel Faiões 

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Propietario/Responsible
Adão Almeida
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Av. Liga dos Melhoramentos
5100-584 Lazarim – Lamego
Celular
+351 967 090 654
Latitud
41.031958330806944
Longitud
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