Caramelos de Régua: envoltorios de melaza

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Caramelos de Régua: envoltorios de melaza

No se sabe si llegaron a la vez que el tren, en 1879, o si surgieron a consecuencia de él. Lo que se sabe es que, aún hoy, la estación de ferrocarril de Régua ve pasar sus caramelos en las cestas de las vendedoras​...

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Presentación 

No se sabe si llegaron a la vez que el tren, en 1879, o si surgieron a consecuencia de él. Lo que se sabe es que, aún hoy, la estación de ferrocarril de Régua ve pasar sus caramelos en las cestas de las vendedoras. Por la alegría que demuestran y por la fuerza de sus pregones, estas mujeres parecen llevar la vida a punto de caramelo.

Son señoras con batas blancas, pañuelo a juego y cesta al hombro quienes mantienen una tradición que se confunde con el mismo Duero. De muy distintas edades, las 14 vendedoras de caramelos comenzaron en esta actividad por una cuestión monetaria y por el deseo de conservar algo de lo que se sienten muy orgullosas. 

Doña Alcina tiene 83 años y es la mayor. Sónia Tavares, de 33, es la más joven. Más de medio siglo las separa y, sin embargo, la fuerza de una costumbre insiste en unirlas. En las manos, llevan bolsitas de nueve unidades que venden a un euro en la plaza de la estación.

Sónia Tavares lleva haciéndolo desde los 16 años. Lo ha aprendido todo de las mayores, desde la receta hasta los pregones que conquistan a los visitantes de esta localidad. La joven vendedora confirma que todas empezaron en esto porque siguen el mismo camino que sus antecesores familiares. Es una especie de herencia que reciben al nacer, el traspaso de un testigo azucarado. 

Existen registros que indican que, a partir de los años 40 del siglo XX, había cuatro chicas de bata verde que, a la hora de los trenes, se encargaban de vender agua en botijo, por 15 tostones, agua en cántaro (cada vaso a 2 tostones), galletas, frutas y también los míticos caramelitos de Régua (tres paquetes a 5 escudos).


Entre lo caliente y lo frío

Estas mujeres elaboran los caramelos durante la noche, ya que durante el día recorren la estación y se acercan a los coches parados en el tráfico para venderlos.

Para hacer esta golosina, se pone una cacerola al fuego con agua, miel, limón y azúcar. Se deja en la cazuela durante unos 30-40 minutos hasta alcanzar el punto de caramelo. Lo demás es un secreto bien guardado y cada vendedora de caramelos tiene el suyo. 

Una vez encontrado el punto, se prepara la fría piedra de mármol. Aquí, una vez untada con margarina, se produce el choque térmico. «Se vierte esta pasta caliente de la cazuela encima de la piedra de mármol y, con ayuda de una espátula, se va retorciendo el caramelo aún caliente». En esta fase es importante ir mezclando y tener cuidado de no dejar que el bloque de caramelo se enfríe demasiado. «Si esto sucede, el caramelo puede cristalizarse y luego no se puede cortar», explica.

Posteriormente, manos experimentadas los separan en pequeños caramelos. Normalmente, lo hacen con una tijera de podar, igual a la herramienta con la que desde siempre se ha vendimiado el Duero. Tras el corte, los envuelven en papel vegetal hasta que adquieren la forma de auténticas lazadas.


Voces persuasivas 

Lugar privilegiado por ser punto de encuentro de quien llega y se va de Régua, la estación concentra a las vendedoras en torno a un mismo objetivo: vender cuanto puedan y, al mismo tiempo, transportar, a lo largo de la línea, el sabor característico de esta golosina que nace en el corazón del Duero.

¿Y quién consigue permanecer indiferente a los pregones? Ni siquiera los turistas, que fingen entender lo que se dice, consiguen esconder sonrisas furtivas. «Mire el caramelo de Régua, lleven caramelos de Régua», «Mi amor, ¿no va una bolsita?raquo;, se puede oír constantemente.

Con solo un kilogramo de azúcar, las vendedoras de caramelos pueden hacer aproximadamente 200 caramelos. Hechas las bolsas, es hora de ir a venderlos a la estación y quedarse «a la buena de Dios». «Aquí se trabaja de domingo a domingo y festivos. En un día pueden venderse tanto 2 paquetes como 10», revela Sónia.

Además de para saborearlos durante el viaje, estos caramelos sirven como recuerdo de Régua. Quien los compra en la estación acaba regalándolos en su destino. En mayo de 2011, el Ayuntamiento de Peso da Régua procedió al registro oficial de la marca “Rebuçados da Régua” para certificar un producto exclusivo de la ciudad del Duero.

Sónia sabe que ya ha vendido caramelos que han ido a parar a las cuatro esquinas de Portugal y del mundo. Brasil, Francia, Bélgica y Suiza son algunos de los destinos donde alguien se ha deleitado con el sabor inimitable de esta delicia casera que, inicialmente, se vendía en fiestas y romerías del Duero.

Texto : Patricia Posse | Daniel Faiões

Horarios/Precios 
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Residencia
Largo da Estação
5050-273 Peso da Régua
Latitud
41.15804313970536
Longitud
-7.783341074035661