Bisalhães: el barro del corazón de Vila Real

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Bisalhães: el barro del corazón de Vila Real

La voz se alegra y no se equivoca cuando entona la copla popular: «Vila Marim das panelas / Quintela dos pucarinhos / Mondrões são dos mal assados / Bisalhães dos bem feitinhos» (Vila Marim de las ollas / Quintela de los jarritos / Mondrões​...

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Presentación 

La voz se alegra y no se equivoca cuando entona la copla popular: «Vila Marim das panelas / Quintela dos pucarinhos / Mondrões são dos mal assados / Bisalhães dos bem feitinhos» (Vila Marim de las ollas / Quintela de los jarritos / Mondrões son de los mal asados / Bisalhães de los bien hechitos). Manuel Martins, de 79 años, es el más viejo de los cuatro alfareros que mantienen vivo el arte del barro de Bisalhães, sello de la artesanía de Vila Real.

Si es gruesa y sin brillo, a la loza se le llama churra (fuente, pote, cántaro, cuenco para el arroz), mientras que la gogada, o de lujo, es fina y sin defectos (botijos de secreto, de cantil, de rosca, cántaros con argollas, jarras con asa, picheles y jarritos). Tienen en común la tez negra y haber nacido en Bilhasães, aldea situada a ocho kilómetros de Vila Real.

Las parroquias de Lordelo, Mondrões, Vila Marim y Parada de Cunhos constituyeron uno de los centros alfareros más importantes del norte del país.

Las primeras referencias a alfareros en Mondrões (parroquia a la que pertenece Bisalhães) se remontan a 1709, momento en el que se informa de la existencia de dos. Cifra que, en 1947-1948, ascendió a 55. Actualmente, pueden contarse con los dedos de la mano los alfareros en activo.

Hace más de seis décadas que las manos de Manuel se entregaron a la alfarería. De su progenitor aprendió este arte que «ahora va a morir, porque no hay nadie que lo aprenda».


Proceso arduo y lento

El barro dejó de explotarse en Parada de Cunhos, por eso, los alfareros tienen que comprarlo en Chaves. El picado del barro, que se realiza con un mazo de madera, «resulta muy agotador».

Una vez reducido a polvo, se criba, «se amasa como el pan», y se forman los beloiros. «Tras su fabricación es de color grisáceo. Una vez seco, amarillea y cuando sale del horno, queda negro», resume.

Sobre el tablero de la rueda baja, el barro queda envuelto en las manos de Manuel, que lo levanta con el fanadouro (espátula de madera) y lo moldea con el paño mojado.
A veces, suelta la mano izquierda para mover a la rueda y la pieza gira unas vueltas a su aire.

Por último, como escribió Guerra Junqueiro, «con barro vil, asombro de la alfarería». El pequeño cántaro se corta por la base con la cega (cuerda de guitarra, crin de caballo, hilo de coser o un pelo de cabello, dependiendo de la pieza) y se deja al lado de otros iguales.

«En una canasta llevo las piezas a casa y mi señora, con una piedrecita llamada gogo, le hace esos dibujos (flores, hojas, estrellas, espirales, zigzags) que se quedan grabados». En esta fase, la pieza debe estar medio seca o, como dicen, todavía “moza”. De hecho, las mujeres de Bisalhães participan en todo el proceso: ayudan a picar, a cocer, decoran la loza y, en otros tiempos, la cargaban en la cabeza para ir a venderla.

Las piezas se cuecen en la soenga (horno excavado en el subsuelo) a 900° y «la tierra le da el color a la artesanía».
El castillo de loza se cubre con musgo, ramas de pino y tierra negra, de abajo a arriba, y permanece así «unas cuantas horas». El alfarero ya sólo cuece seis veces al año, lo que se traduce en una producción de mil a dos mil piezas.


De la sierra a la ciudad

En la memoria de Manuel se avivan los muchos kilómetros recorridos por los pueblos de la región. «Llevábamos la carga a cuestas por esos caminos. Era difícil», admite. Llegaba a transportar 80 kilos, pero el esfuerzo tenía su recompensa. «Cambiábamos las piezas por castañas y patatas y vendíamos a quien quería comprar».

De la venta ambulante, los alfareros pasaron a comercializar la loza en un punto de paso obligatorio. «Mi suegro puso una caseta con la artesanía en la carretera de Marão (EN15) y todos vinieron detrás», cuenta. Actualmente, se encuentran en la avenida de Noruega.

Delante de los puestos de venta se sitúan lo más variados artículos, pero aún así, el negocio «está flojo». El cuenco, la fuente y la cazuela son los utensilios más demandados. «Compran para los restaurantes y la gente que viene a pasear y quiere llevarse un recuerdo de la artesanía de Vila Real. Pero cada vez hay menos turistas».

Los botijos de rosca y de secreto «tienen poca salida» y los jarritos de colgar al cuello se utilizan ahora como recuerdos en bodas y bautizos.


La emblemática Feria dos Pucarinhos (feria de las jarritas)

Los alfareros se reservan para una fecha especial: la feria de San Pedro, el 28 y 29 de junio.
En el centro histórico de la ciudad, extienden las piezas de barro negro por el suelo y sobre improvisadas mesas.

«Antiguamente, había más ventas y, un día, el señor Abrantes (hidalgo casado en Vila Real) cogió un caballo e hizo añicos todas las piezas. Todo eran gritos… Pero, al final, pagó todo», se ríe Manuel, al recordar un episodio tan poco habitual.

Conocida como Feira dos Pucarinhos (feria de los jarritos), la exposición obligaba a los alfareros a hacer noche,  los cuales, enrollados en cobertores, no se apartaban del lugar donde tenían la mercancía.

Las páginas del diario O Povo do Norte, en 1930, informaban sobre una de sus peculiaridades: “lo más curioso de esta feria son los productos minúsculos (1,5 cm) que en ella se encuentran y que, imitando la loza ordinaria, pueden considerarse miniaturas, que algunos asistentes utilizan llevándolos colgados al cuello, cogidos con un lazo de seda».

La exposición es, todavía hoy, una muestra del arte alfarero en la que se puede asistir al tradicional juego del panelo: “Pucarinho é jogado / Pelo ar, de mão em mão, / Traz e leva segredinhos / Até se quebrar no chão”(Con el jarrito se juega, / Por el aire, de mano en mano, / Trae y lleva secretitos / Hasta romperse en el suelo).

Texto: Patrícia Posse | Daniel Faiões 

Horarios/Precios 
8h30 - 17h30
Contactos 
Propietario/Responsible
Manuel Martins
Residencia
Avenida da Noruega,
5000-508 Vila Real
Teléfono
+351 259 327 762
Latitud
41.30179758074601
Longitud
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